martes, 13 de diciembre de 2011

Los 4 hechos evidentes en la vida del hombre


Ante cada uno de nosotros existen "cuatro hechos" evidentes que constituyen "nuestra propia realidad" porque los consideramos tan ciertos que no necesitan ser probados o negados, estos hechos son: "(1) nuestra propia existencia individual"; (2) la existencia de un "mundo externo" a nosotros; (3) la existencia de "ciertas reacciones" que se generan en "nuestro interior" cuando entramos en "contacto" con dicho mundo; y (4) "una percepción" que nos permite observar en forma simultanea "nuestra propia existencia", la existencia del "mundo externo a nosotros", y la existencia de "nuestras propias reacciones". De estos "cuatro hechos" a los dos primeros los consideramos como "algo objetivo", en tanto al tercero y al cuarto los catalogamos como "algo subjetivo".


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El mundo físico y el mundo metafísico.


Así, de acuerdo a "nuestra percepción" toda la existencia puede ser dividida en dos 2 grandes conjuntos. La "existencia física" y la "existencia metafísica". Bajo el nombre de "existencia física" agrupamos todo "aquello" que percibimos a través de "nuestros sentidos", en tanto, bajo el nombre de "existencia metafísica" agrupamos todo "aquello" que sabemos que existe pero que no podemos percibir mediante el uso de los sentidos (principalmente nuestras propias reacciones, sensaciones, pensamientos, estados de animo y algunos fenómenos paranormales).


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Sabemos que, desde el primer paso mismo hacia la cognición, un hombre es sorprendido por dos hechos evidentes: la existencia del mundo en que vive; y el hecho de que él es conciente de dicha existencia.

No podrá probar ni refutar una ni otra, pero ambas son hechos para él, son realidad.

Uno puede especular acerca de la relación mutua de estos dos hechos. Uno puede intentar reducirlos a uno solo, o sea, a considerar al mundo psicológico o interior como una parte, o una función, o un reflejo del mundo externo, o contemplar al mundo externo como una parte, o una función, o un reflejo del mundo interno. Pero esto significaría una digresión de los hechos, y todos esos conceptos no serian evidentes para una visión corriente, no especulativa, del mundo y de uno mismo. Por el contrario, el único hecho que sigue siendo evidente de por sí es la antítesis de nuestra vida interior y del mundo externo.


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El resultado directo de estos dos datos fundamentales —la exis­tencia en nosotros de una vida psicológica, o sea, sensaciones, representaciones, conceptos, pensamientos, sentimientos, deseos, etc. y la existencia del mundo fuera de nosotros— es una división de todo lo que conocemos en subjetivo y objetivo, una división perfectamente clara para nuestra percepción ordinaria.

A todo lo que consideramos propiedades del mundo lo llamamos objetivo, y a todo lo que consideramos propiedades de nuestra vida interior, lo llamamos subjetivo.

Al "mundo subjetivo" lo percibimos directamente: está en noso­tros; somos uno solo con él.

Al "mundo objetivo" nos lo representamos como existiendo fuera de nosotros, por así decirlo aparte de nosotros, y lo conside­ramos exacta o aproximadamente tal como lo vemos. Nosotros y él somos cosas diferentes. Nos parece que si cerramos los ojos, el mundo objetivo continuará existiendo, tal como lo vemos, y que, si fuera a desaparecer nuestra vida interior, nuestro mundo sub­jetivo, el mundo objetivo seguiría existiendo como existía cuando nosotros, con nuestro mundo subjetivo, no estábamos allí.

Nuestra relación con el mundo objetivo es definida muy clara­mente por el hecho de que lo percibimos como existiendo en el tiempo y en el espacio y no podemos percibirlo o representárnoslo aparte de estas condiciones. Habitualmente, decimos que el mundo objetivo consiste en cosas y fenómenos, o sea, en cosas y cambios en el estado de las cosas. Un fenómeno existe para nosotros en el tiempo, una cosa existe en el espacio.

Sin embargo, tal división del mundo entre subjetivo y objetivo no nos satisface.

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